segunda-feira, 2 de novembro de 2009

 

¿Yo no seré como vos?

por Luis Silva Schultze

Mientras iba conduciendo su coche a las cuatro de la mañana por las Ramblas, Carlos se hacía la misma pregunta que lo mortificaba desde hacía dos meses: ¿volver al Uruguay querido o quedarse para estar al lado de su hijo de tres años de un matrimonio roto recientemente? Allá, donde lo esperaban sus raíces, habían estallado los cerrojos del día soñado durante siete años. Pero por otro lado, la retina de su conciencia no toleraba la imagen de un dedo índice señalando en un álbum de fotos, éste es tu papá, el que te escribe las cartas.
Al detenerse en un semáforo en rojo, y con una rapidez asombrosa, se le subió una morocha pintadísima, que enseguida desnudó unas tetas exubertantes. Carlos protestó que no quería prostitutas, y menos travestis, pero ella, subiéndose el vestido azul y dando por terminada la jornada laboral, le pidió que la alcanzara hasta su apartamento, un kilómetro más adelante. La mujer fue contando que sus proyectos eran dejar la calle y poner una casa de antigüedades con una habitación dedicada sólo a mapas, aquellos que se trazaron cuando el hombre empezó a navegar por el Mediterráneo. La mención del mar, y el gusto en común por la historia, el arte y la geografía, lo llevó a Carlos a darse cuenta que no estaban tan lejos. ¿Y si vamos a ver salir el sol entre las rocas y las olas?
Extrovertida y vital, ella se sentía febrilmente atraída por los ojos, la sensibilidad y la conversación interesante de Carlos. Esa noche, su noche, era clara porque no había salido la soledad, y el amanecer cercano prometía un amor rojo. Pero después que él rechazó varias veces sus besos y sus caricias, a ella le vinieron unas ganas de morirse más oscuras que el rimmel.
Con tantas golondrinas de sexo volando entre la espuma ya iluminada, estrenando amistad, y con la voz quemada por el volcán de aquel tiempo de incertidumbres, Carlos se decidió a contar su problema :
-Yo no volví a mi país por no abandonar a mi hijo. Y lo raro es que en los muchos casos que conozco, los hombres vuelven sin dudarlo. ¿Yo no seré como vos?
Ella, con las tacones gastados de descifrar la humedad callejera de la vida, le dijo, mientras seguía tratando de abrazarlo:
-Es muy fácil de saberlo. Tú cuando ves un hombre muy atractivo e interesante, como yo lo estoy viendo ahora, ¿no te da ganas de darle un beso en la boca?
-No!!!!!!
-¡¡¡Entonces no sos homosexual!!!
El sol apareció frente al auto y se metió en la cabeza de Carlos dejando todo bien claro para siempre. Se concentró y cerrando los ojos, se volvió a presentar a sí mismo. Por eso no pudo oír a la mujer que se zambulló entre las rocas después de haber escrito con letras rojas en su parabrisas:
Me voy para nacer otra vez.


Catalunyia, 2009.

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