domingo, 17 de janeiro de 2010

 
Haiti: genealogía de un derrumbe


Haiti. Es difícil salir de la consternación delante de tantas imágenes de devastación, derrumbe y dolor al mismo tiempo, que llenan nuestros televisores, venidas todas de un país tan pequeño tal vez el más pobre de toda América (parafraseando a Zitarroza, como pudo caberle, en espacio tan pequeñito, toda esa muerte). Haiti parece no existir más. Sobran los cuerpos, casi vivos o muertos, errando por un paisaje desolador. Que país es éste, que se nos muestra a los destrozos?
Quise saber algo de su historia y de su literatura, y en esa búsqueda, me deparé con los relatos autobiográficos de Dany Laferrière, escritor haitiano, que como la mayoría de los intelectuales de este país, han vivido y compuesto su obra enteramente en el exilio. Pequeño paraíso infernal, donde el exilio es la única forma de sobrevivencia, a riesgo de sentirse, como dice Laferrière, dentro del país, más ausente de si mismo que si uno estuviera afuera.
Tuve la osadía de traducir algunos trechos autobiográficos de este escritor haitiano, que ha sido traducido a varios idiomas, pero escribe, basicamente, en francés.
Autobiografando a Dany Laferrière
“Yo nací en 1953. tenía cuatro años cuando Papa Doc llegó a la presidencia en 1957. Y los dos Duvalier (padre e hijo) permanecieron en el poder hasta 1986. Yo soy, por lo tanto, un niño de ese régimen. Durante mi infancia y adolescencia (y hasta la edad de veintitrés años, fecha de mi partida de Haiti) yo no había conocido otra cosa que el mundo inventado por Duvalier. Un universo extraño.”
[Papa Doc, como llamaban al Dictador Duvalier, había colocado a su propio hijo, Baby Doc, al frente de los asuntos "temporales" del país].

Dany Laferrière nació en Port-au-Prince, pero vivió hasta los 11 años con su abuela, en un pueblito bastante pobre distante de la capital, porque su madre tenía miedo de que él sufriese alguna represalia del régimen militar de Duvalier (Papa Doc), ya que su padre había sido exiliado debido a sus ideas políticas.

“La mayoría de mis amigos (y también yo) no conocimos a nuestro padre (muerto en la prisión o exilado). Fuimos educados por nuestras abuelas, nuestras madres y nuestras tías. Mujeres sin hombre. Niños sin padre. Duvalier pudo, de esa forma, hacernos creer que él era nuestro padre.”
Esta impostura paterna que marca la generación de Laferrière, no dejará de tener efectos en su camino literario. Lo vemos en particular en su afección a Bukovsky, muy probablemente por la forma brillante con que este último desmonta los últimos ladrillos del sueño americano del "Pater" de familia decadente (los padres bukovskianos tienen siempre algo de depravado, de ridiculamente impotentes, fantasmas de la depresión de los mercados en la pálida ley seca.)
A los once años, Laferrière retorna a Port-au-Prince donde estudia y se torna cronista cultural de una revista.

“Vivíamos en un país donde todos los intelectuales (escritores, periodistas, médicos, ingenieros, abogados, poetas) ya habían estado presos (Fuerte Domingo), o expulsos en el exilio. Esos eran los que intentaban enfrentar a Papa Doc. Los otros permanecías ausentes de si mismos.”

“Nos encontrábamos solos, frente a la poderosa máquina de la propaganda de una de las dictaduras más corruptas del planeta. Papa Doc se ocupaba de nuestro espíritu (nos hacía creer que él era un ser inmaterial) e Baby Doc, de nuestro cuerpo (nos embutía de placeres)".
"Escribo para probar que no soy un perro"

Cuando en 1976, uno de sus amigos periodistas es asesinado por la fuerza dictatorial, Dany huye a Montreal.

“yo soy un escritor americano que escribe directamente en francés, y no un escritor francófono. Como es que eso comenzó? Pues bien, es muy simple: cuando llegué a Montreal, como estaba solo, sin parientes ni amigos, tuve que trabajar en diferentes fábricas (y eso durante cerca de ocho años). Eso tuvo como efecto un cambio total en mi visión del mundo. Imaginen que en Haiti, vivía aún con mi madre y mis tías que se ocupaban de mí como si fuera un joven príncipe. A los veintitrés años, no solamente jamás había trabajado (si bien escribía las crónicas culturales de los diarios, y en la radio, lo que me daba un salario que me permitía pagar algunas cervezas con los amigos, comprar algunos libros, uno o dos discos e invitar alguna muchacha al cine). Nunca tuve ninguna responsabilidad, ni ningún sentido de la responsabilidad, me contentaba con ver a mi madre y a mis tías correr a diestra y siniestra para conseguir el dinero del alquiler, de la comida, o de mis ropas. Yo era, lo que se llama un intelectual del Tercer-mundo. Sobre todo libresco. El mundo material no existía para mí. Y la oportunidad de mi vida llegó cuando tuve que partir precipitadamente para Montreal en lugar de Paris, que era mi destino normal. Me torné un operario de la noche a la mañana. Yo no intentaré, de forma ninguna, hacer un elogio a la condición obrera, al contrario, fue horrible en todos los sentidos de la expresión. Pero esta situación nueva e incomprensible me permitió responsabilizarme por mi vida:
Me di cuenta felizmente que nadie sabía donde yo estaba en ese momento Yo no tenía más amigos Ni domicilio fijo. Mi vida estaba en mis manos.
Yo puse, bruscamente, los pies en la tierra. Que tierra? América. Un lugar donde es difícil fascinar a las personas con las fórmulas de la gentileza. Toda la cuestión era: que haces para vivir? Yo no era más, felizmente, un eterno estudiante (escritor a veces) que discutía la pareja Sollers/Kristeva (yo hablo de la época de Tal Cual) de madrugada en los bares llenos de humo del Quartier Latin. Cuando tomé la decisión de escribir un libro, ya había considerado el trabajo de escritor como la última oportunidad que tenía de salir de la fábrica, donde yo escribí: ‘Escribo para probar que no soy un perro’ (extraído de 'Esa granada en la mano de un joven negro es una arma o una fruta?') Los que se habían tornado mis dioses en esa época (Millar, Bukowski, Baldwin) son los tipos de la calle que habían introducido la calle en sus obras. A partir de ahí, las novelas francesas me parecieron desvitaminadas, tontas y ligeras a final de cuentas.
Si he escrito mi primera novela en francés, es apenas porque yo no conocía tan bien el inglés como para intentar esa experiencia. Casi todos mis libros son traducidos al inglés, además de que yo no soy prácticamente leído en Francia. Ni siquiera en aquella época del triunfo de la literatura antillana en la francofonía. No lo lamento, porque me tengo todavía el sueño de ser conocido en el mundo de la francofonía como un escritor americano que llegó a escribir en francés. "
Haiti es un país de innumerables referencias culturales: la francesa (brutalemente colonizadora), la africana, (esclavocrata, a través fundamentalmente del vudú), y la indígena. En medio a esta mezcla surge un realismo maravilloso, que caracteriza muchas de las obras de literatura haitiana.
Laferrière parece tener, sin embargo, una predilección por el realismo, tal vez por haber sentido de cerca los excesos del "totalitarismo mágico" de los duvalier.
Un pequeño fragmento del autor, relata esta visión de estrañamiento, o tal vez revelación de que existe algo más que el universo "inventado por duvalier", aún en tierra haitiana:
"J'étais assis tranquillement sur la galerie de mon oncle André, à Petit-Goâve, où je passais mes vacances estivales, quand la jeep s'est arrêtée à un mètre de moi. Quatre filles sont descendues promptement de la jeep verte et, sans même me jeter un regard, elles se sont dirigées vers le fond de la cour. L'étonnement passé, je leur ai emboîté le pas, pour les découvrir en train de se baigner, à moitié nues, dans le grand bassin d'eau glacée de mon oncle. J'avais l'impression d'assister à une scène primitive. Je restai figé, les bras ballants, près de la porte. À un moment donné, elles m'ont repéré, et, plutôt que de se couvrir les seins, elles se sont mises à rire. Un rire étrange, à la fois sensuel et moqueur. Je ne connaissais aucune fille de ce genre. Ma soeur et mes cousines semblaient bien différentes. Je vivais tranquillement la fin d'une très longue enfance. Tout à coup, ce brusque virage. Un nouveau monde s'ouvrait brutalement à mes yeux. Je les regardais, fasciné, oubliant presque la nudité de leurs seins (et quels seins!) pour ne m'intéresser qu'à la liberté de leurs mouvements. Elles me semblaient vivre sans aucune contrainte. Et pour moi, à l'époque comme aujourd'hui d'ailleurs, c'était tout."

Más referencias de este autor, e inclusive textos leídos con su propia voz, en la internet, dirección
http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/paroles/laferriere.html

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