sábado, 12 de junho de 2010

 

Lo prometido es deuda

A pedido de los lectores, estamos postando hoy el poema escrito de Hebert Abimorad que ya escuchamos en su versión hablada en el youtube.
Seguimos aguardando textos de los lectores para ir componiendo el tejido plural de este blog.




Un tango largo para Montevideo que se va

La ciudad con sus elementos desconocidos. Con sus momentos en que el hombre recién nacido no conoce su futuro. Lo espera. La incertidumbre de mecerse en una cuna construida de perspectivas. Todos le sonríen pero cuando el orín se pasee entre sus piernas no habrá nadie que cambie los pañales hasta el instante que las tenga irritadas, entonces un desconocido se acercará por piedad.

Asiste a una escuela donde utilizan la tiza para jugar a la guerra. En esas calles pisadas, pisadas, marcadas, marcadas de huellas invisibles, mira los zapatos desde abajo y los ve gastados, agujereados y tropieza con los chicles que lleva para dejarlos en las paradas de los ómnibus, allí espera otro zapato agujereado.

Avanza hacia las esquinas desconfiado de encontrar la jerarquía al final de la cuadra, y oye ruidos de pasos y es entonces que teme chocarse con el recién llegado, dobla y mira de soslayo, en guardia para pasar inadvertido.

Mientras los autos pasan acelerados, salpicando los pantalones, con un garaje como destino, el hombre llega pronto a su casa seca, afuera llueve torrencialmente.

Hace cola en la embajada, se lleva un refuerzo de mortadela y huele a ajo, pero qué importa, pasará frío y sueño, qué importa, tendrá augurosas expectativas, subirá a un avión repleto, tendrá hijos, cantará que veinte años no es nada y su mirada no será febril, retornará en un avión vacío, a una ciudad vacía, pero qué importa.

Y en el fondo se describe un cuadro de colores, hojas verdes, amarillas, rojas que vuelan hacia un cielo celeste mezclándose con los gritos de la muchedumbre, allí va sin pan en la valija, sin trampas, con la sola esperanza de un futuro mejor.

De la otra vereda algunos se quedan, ellos creen en el conejo blanco que recorrerá la ciudad sin mancharse, y sonríen.

Y al final, golpearás la puerta cerrada, mientras el portero estará ocupado leyendo una revista de Tarzán.

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